¿CÓMO ENCARAR LA PLANIFICACIÓN LINGÜÍSTICA EN
LENGUAS INDÍGENAS?
¿Están enfermas nuestras lenguas o somos
nosotros los enfermos?[1]
Por Martín Castillo C[2].
Introducción
“Las lenguas no se reivindican si tienen por único contexto la escuela o si se
encuentran al margen de la estructura social, económica y cultural de una
nación, o en el exterior del grupo de sus usuarios” (Pellicer 1993:50).
¿Por dónde debemos o tenemos que empezar a encarar la planificación
lingüística?
¿Por la lengua como objeto?
¿Por la lengua como sujeto de derecho[3]?
O
¿Por los usuarios?
¿Por la cultura?
¿Cuál es el camino hacia la
preservación y desarrollo de las lenguas indígenas?
Sabemos por experiencia que, enseñar las lenguas indígenas en las escuelas,
crear academias de lenguas indígenas, crear diccionarios y gramáticas, crear
hospitales especializados para atender a las lenguas en proceso de extinción,
implementar proyectos educativos de tipo EIB, formar lingüistas indígenas,
implementar universidades especializadas en estudio de lenguas indígenas, crear
institutos indigenistas e indianistas, y dictaminar leyes a favor de las
lenguas indígenas, etc., no garantiza que las lenguas minorizadas y amenazadas
sigan viviendo; es una condición necesaria, hasta esencial, pero no suficiente.
Si bien es algo que tenemos o debemos hacer, no indica que sean las medidas
salvadoras y últimas. Con todo lo realizado, hasta ahora, pensando en salvar
nuestras lenguas indígenas, es verdad, hemos ganado experiencia, pero no
logramos todavía revertir el camino de su deterioro y muerte.

Nuestros esfuerzos, desde afuera y desde adentro, y por todos los lados,
acudiendo a las lenguas indígenas minorizadas en peligro de extinción, con la
esperanza de prolongar su vida y con ella nuestras culturas, no darán
resultados esperados, como quisiéramos, si no cambiamos y, pronto, de
perspectiva de intervención. El presente artículo, tiene la intención de ayudar
a repensar esa perspectiva.
Actitud de los indígenas frente a su lengua
Pensemos, un momento, en la actitud que
asumen los originarios indígenas frente a su propia lengua: ¿Por qué el rechazo
a las lenguas indígenas?, ¿Por qué la resistencia a la EIB?, ¿Por qué los
padres de familia no desean que se les enseñe a leer y escribir en una lengua
indígenas a sus hijos?, ¿Por qué no aprueban la enseñanza de contenidos
curriculares en lenguas indígenas?. ¿Por qué en Apurimac la gente no quiere que
se escriba el quechua?.
De una u otra forma, el rechazo a la lengua indígena tiene que ver,
fundamentalmente, con las experiencias dolorosas que han vivido históricamente
los indígenas quechuaimaras, desde la invasión española, principalmente. No
podemos desconocer, que nuestros abuelos, fueron, desde siempre, maltratados
socialmente, por su condición indígena. Pesadilla que provocó, en el tiempo, su
automarginamiento y alejamiento de su propia cultura y lengua, para evitar que
se siga repitiendo la historia con sus hijos.
A este fenómeno, se suma la nueva sensación globalizante que vive el mundo en
su nuevo estadio neoliberal, donde la cultura de poder traspasa y se impone
subliminalmente en los rincones más discretos de nuestras poblaciones indígenas
a través de sus diferentes medios, provocando así tensiones existenciales, que
finalmente, termina absorbiéndolo.
En este proceso, para evitar toda situación dolorosa, los indígenas han
preferido asumir el cambio y acomodarse a los nuevos escenarios, dejando de
lado su propia cultura y lengua, que no cobra funcionalidad en el ámbito
formal.
Para los indígenas no está entre sus
necesidades y aspiraciones escribir sus lenguas. La lógica con que asumen el
hecho, sus formas de pensar sobre su lengua, no toma sentido dentro de la
concepción del mundo académico, por lo tanto no son tomados en cuenta a la hora
de tomar decisiones. En Colombia, Daniel Monje, cuando intentaba grabar a una
anciana de la selva amazónica fue interceptado por ésta, que no le permitió
grabar, porque según la anciana con ello le robaba la palabra (información
personal). En el mismo país, el antropólogo Jairo Nieto, constató semejante
actitud entre los sabios Uwas[4],
un rechazo radical a que se escriban sus mitos, porque ellos piensan que la
escritura les mataba a sus mitos, en palabras de un Guambiano, “los
fosilizaban” (comunicación personal).

En la filosofía de los indígenas monolingües y algunos bilingües, escribir sus
lenguas significaría entonces celebrar la muerte de éstas; el hecho de graficar
alfabéticamente la lengua congelarla su vida, sepultarla; ponerla escrita en un
libro es archivarla y consecuentemente olvidarla, dicen ellos. Cuando hablamos
de los indígenas, estamos ante una situación en donde la lengua no solamente es
considerada como un instrumento de comunicación, sino tiene una connotación
mucho más profunda, desborda los marcos acostumbrados con que se le mira
académicamente, logrando una connotación sagrada, como parte de una totalidad
colectiva natural y humana que responde a su cosmovisión.
En este contexto, la planificación lingüística y todo lo relacionado con la
conservación de las lenguas indígenas, resulta, por no decir “imposible”, muy
complejo. Complejo, porque nos enfrentamos a situaciones existenciales y de
sobrevivencia de grupos humanos con distintas formas de pensar, de sentir y
vivir. Si bien es cierto, nuestras acciones de intelectuales orgánicos pueden
influir en algo, no será suficiente y menos determinante, porque no todo lo que
se diga puede ser válido y convincente para los usuarios de lenguas indígenas,
“hay otros valores en la convivencia social que tienen sus propios criterios de
racionalidad”…” (Zimmermann 1997:39).
Si pretendemos salvar nuestras lenguas indígenas, lo primero que tenemos que
hacer es curarnos del mal de identidad, del mal de cultura que nos hace cada
vez más denigradores de nuestra propia identidad, de nuestras lenguas y
culturas. Si no curamos nuestra enfermedad de inconsciencia, de automarginación
y de pensar que nuestra lengua no sirve, o sintiéndonos inferiores con respecto
a otras culturas; si seguimos legitimando la idea de desventaja
lingüística-cultural sin hacer nada por superarla, todo seguirá como está y
nuestras lenguas seguirán muriendo. En este sentido, tenemos que estar
concientes y convencidos de dos cosas: uno, la solución a los problemas que
atraviesan nuestras lenguas indígenas somos los hablantes, y nadie más. Como
dice Littlebear, la responsabilidad de salvar nuestras lenguas es nuestra y
solamente nuestra y dos, los decretos y las instituciones oficiales no pueden
ser responsables directos del mantenimiento o sustitución de las lenguas
indígenas, aunque sí lo son de las acciones que limitan sus usos y funciones
(Pellicer 1993).
Por esto, si queremos evitar que mueran nuestras lenguas indígenas, si queremos
conservarlas, fortalecerlas y, principalmente, desarrollarlas, tenemos que
tomar conciencia, con o sin ayuda de los especialistas y estudiosos de la
lengua. Si bien es cierto, la ayuda de instancias especializadas y personas
externas es necesaria, pero no es suficiente. Lo determinante es que nosotros
como usuarios de las lenguas indígenas tomemos conciencia del valor que tienen
nuestra cultura y lengua. Como dice Green (1996), si un pueblo no vive su
cultura, si no vive y hace uso de su idioma, éste no podrá revivir. En la misma
perspectiva Littlebear (1999) nos sugiere que debemos hablar nuestras lenguas
indígenas todos los días, en todos los lugares, con todos y en cualquier sitio.
Porque parte del deterioro de nuestras lenguas es causada por la constante
disminución de hablantes nativos.
Intervención Cultural y lingüística
Conscientes de la humillación histórica
que sufren los indígenas, la actitud y el valor que le confieren a su lengua:
¿Cuál es nuestro trabajo de aquí en adelante?, si apostamos por la preservación
y desarrollo, ¿Convencer a los quechuaimaras a que sigan viviendo su cultura?,
¿Obligarles a que sigan hablando sus lenguas?, ¿Enseñarles a escribir sus
lenguas?; O simplemente, dejar que ellos decidan lo que les parezca mejor?.
Los planteamientos previos, nos sugiere repensar el camino, reinventando
estrategias de intervención, de forma más integral. Si tratamos de intervenir
desde un enfoque más social, donde la lengua pasa a ser considerada sujeto de
derecho, la planificación lingüística, ya no será más cuestión técnica
solamente, sino pasará a ser parte de algo que podemos llamar planificación de
la identidad de los usuarios. Según Zimmermann (1997), ya no es conveniente
hablar de planificación lingüística sin la planificación de identidad. Esto
quiere decir que, antes de intervenir en lo puramente lingüístico, debemos
intervenir en lo étnico-cultural, porque la última palabra tienen los usuarios,
la actitud frente a su propia lengua, el valor que les dan, el uso en su vida
diaria, es determinante. Es más, la planificación lingüística, no es pertinente
si antes no nos preocupamos por la condición del usuario.
En el proceso de intervención lingüística, la orientación tiene que pasar,
necesariamente, por la cuestión humana y cultural, no se puede seguir haciendo
política solamente desde lo político y tampoco pensando desde lo técnico como
el aspecto importante, descuidando lo cultural, esencia de todo cuanto existe.
Esta forma de hacer intervención tiene que ser revertida.
Esto implica partir de nuestra cultura, desde adentro y tomando conciencia de
que somos parte de una cultura tan igual a cualquier otra cultura; es cierto,
con imcompletitudes, tampoco podemos pensar que hay culturas completas en su
sentido de pureza.
Si realmente pretendemos asumir la tarea de evitar la muerte de nuestras lenguas
indígenas, tenemos que empezar por desarrollar y fortalecer nuestra cultura,
buscando la cohesión de las poblaciones indígenas, promoviendo el uso de
nuestra lengua en las diferentes situaciones y contextos, asegurando la
transmisión generacional de nuestras lenguas. Si en el hogar no hay la mínima
intención de transmitir nuestra lengua a nuestros hijos, ésta perecerá pronto.
Debemos admitir:
El hogar es el último bastión de una lengua subordinada enfrentada con una
lengua oficial dominante de mayor difusión (…) los hablantes han sido incapaces
de transmitir la lengua a sus hijos, de modo que no habrá una generación de
reemplazo cuando la generación de los padres desaparezca. (Dorian, en Baker
1997:82)
A esto se debe que la actitud de las personas a favor o en contra de su lengua
es determinante. “Allí donde la gente está determinada a mantener viva una
lengua, parece imposible destruirla” (Edwards, en Baker 1997:82), pero sino
tienen una convicción similar será fácil perderla.
La intervención lingüística que se haga tiene que propender a un tratamiento
integral, es decir, considerando todos los aspectos de la cultura. La
intervención lingüística, en este sentido, necesita de un respaldo de
diferentes programas, fundamentalmente, socio-económicos, porque, como plantea
Green (1996), no habrá desarrollo lingüístico sino hay desarrollo productivo
que permita pensar y trabajar en nuestros idiomas, diariamente. En esto es
claro cuando dice: ”mientras los productos y tecnologías más usados sigan
viniendo desde el mundo occidental, la lengua de occidente seguirá metiéndose
en las comunidades y en las mentes sin que nosotros decidamos cómo” (Green
1996: 11).
En las intervenciones que hagamos ya no es posible que las lenguas indígenas
sean aisladas como simples objetos de estudio, es decir, ya no se puede seguir
utilizando la lengua indígena, solamente, como instrumento aislado. Tenemos que
dejar de lado la actitud de la intelectualidad poseedora de una profusa
erudición, para quienes los idiomas indígenas constituyeron y constituyen un
apasionante objeto de estudio, pero nada más (Pellicer 1993). Nuestras acciones
tienen que ir dirigidas, integralmente, a mejorar el habitat de las lenguas y
el de la condición de sus usuarios, "cualquier política lingüística que se
proponga y desarrolle es ilusoria, sino se acompaña de desarrollos
socio-económicos y políticos" (Green 1996:5).
Por esto, cuando se piensa intervenir en la constitución física e inclusive
espiritual de las lenguas indígenas, es menester, primero, conocer y estudiar
el habitat socio-cultural de la lengua, es decir, ¿Quiénes la hablan?, ¿Dónde
la hablan?, ¿En qué condiciones la hablan?, etc., porque someter a las lenguas
indígenas a una operación de vida o de muerte con una política lingüística y
planificación lingüística sin considerar la planificación de la identidad
étnica-cultural y política étnica, y otros aspectos, especialmente,
socio-económicos, sencillamente será una intervención equivocada que, en vez de
ayudar en la revitalización de las lenguas indígenas ayudará a matar más rápido
de lo previsto.
En este sentido, es más que urgente fortalecer y desarrollar la cultura
económica y productiva de los pueblos indígenas para mejorar sus condiciones de
vida, porque esto permitirá que los usuarios desarrollen sus lenguas pensando
en su utilidad, "el hecho de que las lenguas indígenas, amerindias,
nativas o como se les llame generalmente presentan un grado de elaboración
léxica restringida no se debe a una supuesta inferioridad de la lengua (como
sistema), sino a la situación histórica de sus hablantes” (Zimmermann 1997:46).

Para una acertada intervención en la vida de las lenguas indígenas, como ya se
adelantó, antes que una intervención lingüísticamente técnica, se tiene que
prever una planificación étnica-cultural, entendida como un proceso en la que
se procure borrar los efectos del deterioro cultural y producir una
autoconciencia y una autoestimación en los indígenas. Para esto Zimmermann
(1997) plantea aspectos fundamentales, de los cuales rescatamos los siguientes:
- la planificación de la identidad étnica debe evitar la comparación en un
sentido de distinción de superioridad.
- la planificación de la identidad étnica debe concentrarse más bien en el
desarrollo de la propia cultura a partir de los hechos culturales existentes,
es decir, concretizarse en un proyecto común. La realización de proyectos
autodeterminados permite, en el futuro, apoyar la autoestima en logros
manifiestos y visibles. Haber logrado la posibilidad de proyectos
autodeterminados, como la educación étnica y la enseñanza de la propia lengua,
es uno y el primero de ellos.
- hay que crear estructuras políticas, económicas y sociales de cohesión
étnica. La participación política es la manera más adecuada para garantizar
esta cohesión.
Para concretar las ideas fuerza de la planificación étnica-cultural como
plantea Zimmermann (1997), necesitamos del apoyo de una educación bilingüe
intercultural que pueda contribuir a los objetivos de revitalización de las
lenguas y de revalorización de la cultura.[5] En
donde la meta principal no sea formar individuos bilingües y biculturales (…),
sino individuos con raíces sólidas en su propia cultura y con buenos conocimientos
de la otras culturas.
Si nos damos cuenta, las fuerzas adversas al mantenimiento de las lenguas
indígenas están enmarcadas o están estrechamente relacionadas con el deterioro
de la identidad cultural[6],
entendida como el menosprecio, la auto devaluación de la cultura propia y su
consecuente apego y asimilación a la cultura del otro que brinda mayores
posibilidades, por ejemplo, el aprendizaje de una lengua prestigiosa, en este
caso, la dominante, que promete más posibilidades en el mercado del consumo y
del trabajo, y no hay forma de ir en contra de ella. En este caso, podemos
decir que el factor económico pasa a ser determinante. Refiriéndose a todo esto
Green (1996) manifiesta, mientras la principal actividad económica requiera del
español o el inglés- porque la controla el colono, el comerciante, (...) es de
esperar que el prestigio de nuestros idiomas sufra enormemente y termine por
perderse.
El riesgo de muerte de las lenguas
indígenas tiene que ver, principalmente, como dice Zimmermann con el deterioro
de la identidad cultural de sus hablantes, por cierto, aspecto íntimamente
relacionado con la situación de sobre-vivencia de las poblaciones indígenas.
Entonces, finalmente, siguiendo a Green y Zimmermann, queremos decir que el
camino a la intervención lingüística, con el objeto de preservación de la
lengua y evitar situaciones adversas, tiene que ir, necesariamente, previo o
paralelo a la intervención étnico-cultural, es decir, el tratamiento debe ser
global, partiendo de la situación socio-económica de las poblaciones indígenas,
pasando por lo político, cultural y lingüístico. Es más, el cambio de
perspectiva cobra importancia, en la medida que la lengua deja de ser un simple
objeto de estudio para convertirse en sujeto de derecho.
BIBLIOGRAFIA
Baker, Colin. 1997. Fundamentos de Educación bilingüe y Bilingüismo. Madrid.
Catedra.
Green, Abadio y Juan Houghton. 1996. “Queremos retomar la palabra” Interacción,
Revista de Comuinicación Educativa. Santafé de Bogotá. CEDAL. Pag. 4-11.
Pellicer, Dora. 1993. “Oralidad y escritura de la literatura indígena: una
aproximación histórica” Situación Actual y Perspectivas de la Literatura en
Lenguas Indígenas. México. Concejo Nacional para la Cultura y las Artes. Pag.
15-53.
Littlebear,
Richard. 1999. “Stabilizing Indigenuos Languages” G. Cartoni (ed) Some rare and
radical ideas for keeping indigenous languages alive. Flagstaff, Arizona: Northern Arizona University.
Pag. XII-XV.
Zimmermann, Klaus. 1997. “Planificación
de la identidad étnica - cultural y educación bilingüe para los amerindios”
Calvo & Godenzzi (Comp.) Multilingüismo y educación bilingüe en América y
España. Cuzco: CBC. Pag. 31-52.
[1] Nuestras
lenguas no están enfermas, los enfermos somos nosotros, por dejar de usarla,
por sentir vergüenza de ella, por olvidarla.
[2] Investigador
y escritor quechua.
[3] La
lengua vista como sujeto, como dice Mosonyi "la lengua como sujeto de
derecho", que debe merecer respeto.
[4] Indígenas
de la selva amazónica colombiana.
[6] "Considero
el deterioro de la identidad el punto crucial, porque toca a la autoestima, la
valoración de sí mismo, es decir, algo psicológico muy profundo” (Zimmermann
1997:39).